Montón de trastos...
En estos tiempos en los que tenemos que separar la basura doméstica en distintos contenedores para su posterior reciclaje siendo necesario poner esmero para que cada residuo acabe en la bolsa correcta, me doy cuenta de que, desechando, desechando, cada día termino sacando a los cubos tres, cuatro y hasta cinco bolsas diferentes. Nada que decir al respecto de lo que desecho para que sea procesado nuevamente; todo correcto. El problema está en aquello que todavía no se separa y por supuesto tampoco se recicla. En ese sentido, sopesando qué cosas quedan desechables que aún no se reciclan, caigo en la cuenta de que solo reciclamos, al menos yo, cosas materiales, tangibles, consumibles, y sobre todo envases. También ropa y calzado, medicinas caducadas, baterías de todo tipo, muebles viejos, electrodomésticos, aceite de guisar, la propaganda del buzón, las viejas gafas con lentes de cristal, un bastón de cuando tuve el pie en cabestrillo y una cédula ortopédica de cuando lo del hombro. Me paro y pienso, corcho, tengo un montón de trastos inservibles: Un monedero del año la pera, un poster de los Beatles, media docena de ceniceros de latón, dos de cristal, una hucha vacía, tres bastidores para lienzos, una nevera de playa, un sombrero mexicano, una silla pequeña, otra más grande, una Hispano-Oliveti M40, un hule con el mapa de España, una tele y el toro con banderillas encima, un plumier de madera, una raqueta de tenis, un juego de dardos olímpicos, una bombona de butano, otro sombrero de Panamá arrugado, un macetero, una palmatoria, dos botellas de gaseosa a las que le falta la goma de apriete, una caña de pescar truchas y otra para carpas, un giradiscos estropeado, tropecientas cintas de casete y tropecientos discos de vinilo, un orinal, dos mazos de cartas y amarracos del mus, otro mazo de póker, un dispensador de medicamentos, siete metros lineales de libros diferentes, una Olivetti Lettera 32, una guitarra, dos tableros de ajedrez y sus piezas, el tambor y la trompeta, un escudo del atleti, dos paraguas rotos, una pecera sin peces, un saco de dormir, la tienda de campaña, las barras de la baca de cuando tenía el Ford Fiesta, un archivador con tarjetas de visita, una caja con sellos de correo de curso legal, una Torre Eiffel de marquetería, dos altavoces subwoofer, la jaula del canario,… ¡Uf! ¿y a mí quién me recicla?