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IIII aborigen salvaje catalana **_** Oremus y "austiemus".
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15 años después
15 años después los mismos cubos, la misma dignidad y la misma rabia.


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Última edición por embolic el 16 Oct 2017 11:00, editado 1 vez en total.

IIII aborigen salvaje catalana **_** Oremus y "austiemus".
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Re: Embolicadas mías.
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Re: Embolicadas mías.
Cataluña pierde protagonismo, con los incendios forestales de Galicia y Portugal.
En Asturias, el amanecer cambió, y en el cielo sólo había una intensa humareda.
Los osos están amenazados, y muchas aldeas, también.
El hombre se ve acorralado, y la especie humana es consciente del peligro.
No se trata de ser el centro de atención, esta nueva etapa que nos ha tocado vivir.
Sino de integrarnos en pequeñas comunidades que valoren el esfuerzo de cada uno de sus miembros.
Por ser únicos, y no especiales. No hay nadie que sea preferible al resto.
Debemos vencer a la dualidad. Es decir, Eón y Demiurgo están ahí, por siempre.
El Creador y su antítesis, que es constructor o artífice.
Pero por encima de eso, está el Gozo, junto al espíritu del Mar. Y el Ego, como lo más primario.
Ego, Gozo y espíritu del Mar, dan vida a la Mátrix, que es Vibración.
Y todo es vibración, dado que cada vibración cumple con su cometido, porque lo prometido es deuda.
Y porque vibración semejante atrae a vibración semejante. Probablemente, no me escuches, Embólic, tal vez porque no te haya llegado el Momento.
Tu propia iluminación. Pero por si acaso, dejo escrito este mensaje, para aquellos lectores que sí, puedan albergar en su seno, un nuevo paradigma.
La Nueva Era de Acuario viene presta, pero sigilosa, a nuestro mundo azul marino, para instalarse e invitarnos al espiritualismo del III milenio.
En Asturias, el amanecer cambió, y en el cielo sólo había una intensa humareda.
Los osos están amenazados, y muchas aldeas, también.
El hombre se ve acorralado, y la especie humana es consciente del peligro.
No se trata de ser el centro de atención, esta nueva etapa que nos ha tocado vivir.
Sino de integrarnos en pequeñas comunidades que valoren el esfuerzo de cada uno de sus miembros.
Por ser únicos, y no especiales. No hay nadie que sea preferible al resto.
Debemos vencer a la dualidad. Es decir, Eón y Demiurgo están ahí, por siempre.
El Creador y su antítesis, que es constructor o artífice.
Pero por encima de eso, está el Gozo, junto al espíritu del Mar. Y el Ego, como lo más primario.
Ego, Gozo y espíritu del Mar, dan vida a la Mátrix, que es Vibración.
Y todo es vibración, dado que cada vibración cumple con su cometido, porque lo prometido es deuda.
Y porque vibración semejante atrae a vibración semejante. Probablemente, no me escuches, Embólic, tal vez porque no te haya llegado el Momento.
Tu propia iluminación. Pero por si acaso, dejo escrito este mensaje, para aquellos lectores que sí, puedan albergar en su seno, un nuevo paradigma.
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Re: Embolicadas mías.
Hola Shavi
*****************************************
Ensayo sobre la lucidez. José Saramago.
La Sara Mago de la Aguirre, presidenta pepera en plena euforia lluint la seva nula cultura ¿española i molt española?
No puc deixar de pensar en aquest llibre ni puc deixar de comparar-lo amb el que es españa en l'actualitat i veure com es reflecteix la por d'un govern español que degenera i violenta la democracia i pren les mateixes mesures. Mort per un paper a una urna.

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Ensayo sobre la lucidez. José Saramago.
La Sara Mago de la Aguirre, presidenta pepera en plena euforia lluint la seva nula cultura ¿española i molt española?
No puc deixar de pensar en aquest llibre ni puc deixar de comparar-lo amb el que es españa en l'actualitat i veure com es reflecteix la por d'un govern español que degenera i violenta la democracia i pren les mateixes mesures. Mort per un paper a una urna.
Ensayo sobre la lucidez
"Durante las elecciones municipales de una ciudad sin nombre, la mayoría de sus habitantes decide individualmente ejercer su derecho al voto de una manera inesperada. El gobierno teme que ese gesto revolucionario, capaz de socavar los cimientos de una democracia degenerada, sea producto de una conjura anarquista internacional o de grupos extremistas desconocidos. Las cloacas del poder se ponen en marcha: los culpables tienen que ser eliminados. Y si no se hallan, se inventan. Con esta obra Saramago, un escritor que se ha convertido en la conciencia lúcida de una época cegada por los mecanismos del poder, lanza una llamada de alerta: «Puede suceder que un día tengamos que preguntarnos Quién ha firmado esto por mí». Ese día puede ser hoy."

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Re: Embolicadas mías.
Una triste y certera frase de Eduardo Mendoza hablando con los estudiantes de secundaria en Getafe. Por supuesto salió el "tema".
"En el supuesto de que se ganara y en el supuesto de que pierdan también se han metido en un lío que, por fuerza, tiene que acabar mal. Quien obtenga una victoria creará una derrota y eso para los catalanes es muy doloroso porque no me apetece que una parte importante de mis conciudadanos vivan en una derrota",
"En el supuesto de que se ganara y en el supuesto de que pierdan también se han metido en un lío que, por fuerza, tiene que acabar mal. Quien obtenga una victoria creará una derrota y eso para los catalanes es muy doloroso porque no me apetece que una parte importante de mis conciudadanos vivan en una derrota",

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Re: Embolicadas mías.
Per: Benet Salellas
17.10.2017 22:00
Amb perplexitat aquestes darreres hores hem assistit a l’empresonament de dos homes plens de raó –en nomenclatura raimoniana– per part de l’Audiència Nacional, els companys Jordi Cuixart i Jordi Sànchez, en una interlocutòria que ens posa els cabells de punta a aquells que hem cregut en el dret com a eina de resolució de conflictes i sobretot en la necessitat de no deixar-lo mai despullat de garanties i de principis democràtics. La decisió d’ahir de la magistrada Carmen Lamela se situa als antípodes de la justícia democràtica i conté alguns dels elements de la tradició jurídica més autoritària i més reaccionària que hem conegut.
Cal fer una menció prèvia al tribunal on ha passat, l’Audiència Nacional, un tribunal d’excepció hereu literal del Tribunal d’Ordre Públic franquista, per on ha desfilat bona part de la dissidència política del país, des dels anarquistes de l’operació Pandora fins a la gent d’Aturem el Parlament o dels antimonàrquics que cremaven fotos del rei. No hem deixat mai de denunciar que és un tribunal especial amb fiscals especials i jutges especials, constituït com l’antítesi de la independència i la imparcialitat perquè centralitza els casos sensibles i els aplica un criteri repressiu uniforme des d’una òptica extremadament obedient amb els interessos del govern central. Segurament aquest caràcter de procés polític es revela clarament amb el delicte que els és imputat, el de sedició, el mateix delicte pel qual va ser encausat Joan Coma, el regidor de CUP-Capgirem Vic, per haver dit allò dels ous i la truita.
Als juristes ens sorprèn que sigui l’Audiència que assumeixi la investigació, perquè actualment el delicte de sedició es troba en el capítol de delictes contra l’ordre públic del codi penal del 1995, i això fa competent el jutjat de Barcelona. Només mantenint el repartiment que feia el codi penal del 1973, que situava la sedició en el marc dels delictes contra la forma de govern, es pot continuar investigant a l’Audiència Nacional. Em sembla que el matís no és pas banal. D’una banda, perquè el codi franquista i el codi del 1995 ens situen en dos universos jurídics diferents i d’una altra perquè entendre que la clau es troba en l’ordre públic o en la voluntat d’actuar contra l’estat ens diu quina és la comprensió que fa la judicatura del que va passar el passat dia 20 a Barcelona.
Hi ha també, seguint el fil del codi franquista, una altra dada que a mi em fa tremolar. El delicte de sedició, com explica el fiscal en el seu informe inicial a aquest expedient, és una ‘rebelión en pequeño según concepción decimonónica’. Una manifestació de la fiscalia que ens demostra la continuïtat jurídica des del segle XIX fins avui, una continuïtat en què els operadors jurídics de l’estat no distingeixen entre èpoques democràtiques i èpoques dictatorials, de manera que n’utilitzen el mateix dret i els mateixos conceptes. De fet, el delicte de rebel·lió i el de sedició van ser les acusacions amb què es van servir els consells de guerra franquistes que van portar milers de republicans a la mort. Potser només per això haurien de ser delictes proscrits en qualsevol sistema jurídic hispànic. Però ja fa temps que el règim del 78 no té ni memòria, ni vergonya.
Però la intempèrie jurídica en què ens trobem no s’acaba aquí. Els delictes, al final, només són categories buides, una mena de calaixets que cal anar omplint de contingut. Quan llegim la resolució de la jutgessa Lamela ens adonem que allò que dóna contingut a la imputació, allò que la situa en el delicte de sedició –i no en una altra categoria, com el delicte de desobediència o el de resistència– és la finalitat política dels investigats. És a dir, allò que els envia a la presó és que executen el full de ruta independentista. A la jutgessa no la preocupa si els Jordis van atacar l’ordre públic –que no–, sinó només que els fets, segons la seva tesi, constituïen un episodi més del procés sobiranista. I aquest matís fa miques el món garantista. No solament és pervers i contrari a qualsevol dret democràtic sinó que ens situa en el paradigma del dret penal d’autor –el model propi de governs autoritaris–, en què no són els fets sinó les idees que sustenten la interpretació dels delictes. Diu literalment la resolució d’ahir:
«[…] els fets esdevinguts els dies 20 i 21 de setembre no van constituir una protesta ciutadana aïllada, causal o convocada pacíficament en desacord amb unes actuacions policíaques dutes a terme per un jutjat d’instrucció. Per contra, les activitats descrites s’emmarquen dins una complexa estratègia amb la qual des de fa temps col·laboren els investigats Jordi Cuixart i Jordi Sànchez, en execució del full de ruta dissenyat per arribar a obtenir la independència de Catalunya.»
A Alemanya, als anys 1930 i fins al 1945, grans teòrics del dret penal (d’Edmund Mezger fins a l’escola de Kiel) van arribar a raonar i enraonar a fons per establir que el dret penal havia de ser un dret de lluita per a atrapar l’enemic allà on té el punt de partida, en la voluntat criminal. L’enemic del nacionalsocialisme, volien dir, és clar. Van fixar com a regla d’interpretació l’analogia contra l’acusat, van derogar el principi de personalitat i van edificar un monstre –com pocs– que va acabar justificant la pena de mort per als supòsits ‘d’enemistat jurídica’: el comunisme, l’homosexualitat, l’avortament o els ultratges a la raça. Com a fonament estructural es parlava de la culpabilitat per ‘conducció de la vida’ que feia presumir que l’aplicació de la severitat del dret penal no havia de provenir de cap fet concret que fos delicte, sinó que n’hi havia prou de ser d’una determinada manera per a poder ser culpabilitzat i castigat. La resolució d’ahir de Carmen Lamela construeix un primer esglaó en aquesta direcció perquè incrimina conductes merament ideològiques.
Però, a més, la resolució és tan expansiva que significa un atac a la taxativitat (la lex certa i, per tant, al principi de legalitat) que es presumeix de la jurisdicció penal perquè obre la porta a castigar-ho tot i qualsevol cosa, per petita o gran que sigui, sempre que s’entengui que es pot enquadrar en el full de ruta independentista. I així la ciutadania queda més desprotegida, més insegura i més exposada a qualsevol nou abús.
I aquest disbarat jurídic s’escau en un procés inconcret i indeterminat. La resolució que acorda la presó de Cuixart i Sánchez no és gens clara quant als límits de la investigació, ni sobre els llocs (hi apareixen fets a Sabadell, al local de la CUP, a la seu del PSC…), ni sobre els temps (fa referència a fets anteriors al dia 20, com un incident a Badalona, i a dies posteriors com el dia del referèndum) ni sobre naturalesa o gravetat dels fets (s’hi fa referència a tot allò que té a veure amb l’activitat independentista). Aquesta obertura tan àmplia de la investigació –com ha passat també amb la del jutjat 13 de Barcelona que va ordenar les detencions que ens porten fins aquí– crea una evident situació d’inseguretat jurídica. No tenim davant una causa general en aquest moment, però es van assentant les bases perquè puguin ser-hi en el futur.
L’any 2006, quan el Tribunal Suprem espanyol va definir Guantánamo com uns llimbs jurídics dels quals no podíem donar validesa a res en l’àmbit del dret democràtic, establia tres característiques del dret penal de l’enemic: 1) dret penal d’autor i no del fet, 2) anul·lació de les garanties processals, i 3) desproporció de les penes previstes. Tots aquests trets i molt més forma part de la resposta jurídica que l’estat espanyol ha donat a Jordi Cuixart i Jordi Sánchez. Ells no són en uns llimbs jurídics perquè ja han davallat a l’infern jurídic que ens preparen tots aquests funcionaris de l’estat, en una guerra des del dret, des del dret penal de l’enemic, en la nova foguera d’aquesta nova Inquisició tan hispànica.
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IIII aborigen salvaje catalana **_** Oremus y "austiemus".
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Re: Embolicadas mías.
embolic escribió:QR_BBPOST
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Les vostres escoles son nits d'adroctinament en l'odio.
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Re: Embolicadas mías.
Se van las grandes empresas de Cataluña.
¿ Por qué ?
No se sabe a ciencia cierta.
Son como las aves migratorias.
Un día, aquí; otro día, allá...

La indeterminación reinante nos obliga a ser muy respetuosos con las decisiones ajenas.
Las codornices vuelan muy, muy lejos...
Yo creo que, por la ley de causa y efecto, algo debe de estar pasando.
No sé...
Quizá será porque en Cataluña, ha aumentado el número de leprosos.
¡ Perdón ! Quise decir...
¿ Borrachos ?
O bueno, bajemos el listón todavía más: Independentistas.
Aunque bien mirado, ser independentista es mucho más llevadero, que ser borracho, o leproso.
Más cómodo.
Más...
Relajado.
Entonces, ¿ Por qué emigran las codornices ? ¿ Por qué ?
Es insólito, cuando menos.
Si le preguntamos a Íker Jiménez, que es presentador del programa Cuarto Milenio, dirá:

" Dinero. Pasta gansa. Sueldo. Salario. Los honorarios. "
¿ Qué ?
¿ Las empresas necesitan pasta gansa ?
¿ Para qué ? Si lo que importa es Cataluña, hombre.
De toda la vida. Cataluña sale en los Evangelios, y en el Kamasutra indio. Claro...
¿ Por qué ?
No se sabe a ciencia cierta.
Son como las aves migratorias.
Un día, aquí; otro día, allá...

La indeterminación reinante nos obliga a ser muy respetuosos con las decisiones ajenas.
Las codornices vuelan muy, muy lejos...
Yo creo que, por la ley de causa y efecto, algo debe de estar pasando.
No sé...
Quizá será porque en Cataluña, ha aumentado el número de leprosos.
¡ Perdón ! Quise decir...
¿ Borrachos ?
O bueno, bajemos el listón todavía más: Independentistas.
Aunque bien mirado, ser independentista es mucho más llevadero, que ser borracho, o leproso.
Más cómodo.
Más...
Relajado.
Entonces, ¿ Por qué emigran las codornices ? ¿ Por qué ?
Es insólito, cuando menos.
Si le preguntamos a Íker Jiménez, que es presentador del programa Cuarto Milenio, dirá:

" Dinero. Pasta gansa. Sueldo. Salario. Los honorarios. "
¿ Qué ?
¿ Las empresas necesitan pasta gansa ?
¿ Para qué ? Si lo que importa es Cataluña, hombre.
De toda la vida. Cataluña sale en los Evangelios, y en el Kamasutra indio. Claro...
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Re: Embolicadas mías.
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Re: Embolicadas mías.
El vídeo anterior es a cuenta de esta noticia
Ya se sabe, en cuanto Catalunya tiene algo ya hay cola para otorgar lo mismo a las otras comunidades






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Re: Embolicadas mías.
Muy gracioso, el vídeo.
Impresionante.
Pero no deja de ser anecdótico.
¿ Qué es lo importante ? El Servicio y la Misericordia.
Je, je, je.

Impresionante.
Pero no deja de ser anecdótico.
¿ Qué es lo importante ? El Servicio y la Misericordia.
Je, je, je.

- embolic
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Re: Embolicadas mías.
Solo una pregunta Shawi ¿no te hacen caso los tertulianos de bien? 


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Re: Embolicadas mías.
Sí me hacen caso.
Yo me relaciono con el mundo espiritual.
Y luego, expongo las ideas que me vienen a la cabeza.
Pero una a una, como si fueran dátiles o aceitunas, u orejones.
Doy de comer al hambriento. Además, me gusta mucho el Futuro.
Entonces, mis lectores son de siglos venideros.
Actualmente, despierto algunas consciencias.
Pero el máximo beneficiario, soy yo, ya que si quieres aprender, enseña. Como dijo Cicerón.
Aprendo a medida que enseño.
Porque soy discípulo y maestro, a la vez. Como el Yin y el Yang. He vencido a la dualidad.
No digo: ¡ Soy vuestro maestro !
Pero tampoco exclamo: ¡ Pobre de mí ! Siempre seré discípulo...
Es una mezcla, en pro de la pericia, la maña, la experiencia, y la paciencia, que es la madre de la ciencia.
Como más vale maña que fuerza, puedo vencer a los más fuertes.
Y que conste que los fuertes acaban dominando, como observó el rey Salomón.
Es por ello que puedo hablar de Catalonia, como si fuera una colega de profesión. Y sé que es un grupo de millones de personas. Pero el colectivo también tiene su propio carácter, y su identidad. Quieren ser soberanos e independientes, por una sencilla razón: Más vale maña que fuerza. Y se sienten tan mañosos como yo. Es decir que yo sería un catalán victorioso, aquí, donde me ves. Sin necesidad de meterme en líos, ni inventarme otros idiomas. No obstante, a veces, parece que hablo en chino. ¿ Lo ves, Embólic ? A los catalanes también les consideran...
Hijos de Umbromán. Lo que soy yo, en este Foro, es Catalonia, en el mundo entero.
Yo me relaciono con el mundo espiritual.
Y luego, expongo las ideas que me vienen a la cabeza.
Pero una a una, como si fueran dátiles o aceitunas, u orejones.
Doy de comer al hambriento. Además, me gusta mucho el Futuro.
Entonces, mis lectores son de siglos venideros.
Actualmente, despierto algunas consciencias.
Pero el máximo beneficiario, soy yo, ya que si quieres aprender, enseña. Como dijo Cicerón.
Aprendo a medida que enseño.
Porque soy discípulo y maestro, a la vez. Como el Yin y el Yang. He vencido a la dualidad.
No digo: ¡ Soy vuestro maestro !
Pero tampoco exclamo: ¡ Pobre de mí ! Siempre seré discípulo...
Es una mezcla, en pro de la pericia, la maña, la experiencia, y la paciencia, que es la madre de la ciencia.
Como más vale maña que fuerza, puedo vencer a los más fuertes.
Y que conste que los fuertes acaban dominando, como observó el rey Salomón.
Es por ello que puedo hablar de Catalonia, como si fuera una colega de profesión. Y sé que es un grupo de millones de personas. Pero el colectivo también tiene su propio carácter, y su identidad. Quieren ser soberanos e independientes, por una sencilla razón: Más vale maña que fuerza. Y se sienten tan mañosos como yo. Es decir que yo sería un catalán victorioso, aquí, donde me ves. Sin necesidad de meterme en líos, ni inventarme otros idiomas. No obstante, a veces, parece que hablo en chino. ¿ Lo ves, Embólic ? A los catalanes también les consideran...
Hijos de Umbromán. Lo que soy yo, en este Foro, es Catalonia, en el mundo entero.
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Re: Embolicadas mías.
A la puta calle traidor de las esencias patrióticas.
El artículo de John Carlin
que provocó su despido
de El País
Gabriel Jaraba • October 15, 2017
Este es el artículo, publicado en The Times, que ha causado el despido de John Carlin de El País.
Independencia de Cataluña: la arrogancia de Madrid explica este caos
JOHN CARLIN
Los catalanes ya han llegado a su límite de aguante tras tres siglos de agravios, pero la intransigencia del gobierno español es, en última instancia, la culpable de la crisis actual.
Poco antes de que el rey de España se dirigiera a la nación esta semana, algunos de sus súbditos más racionales esperaban que, tal vez, pudiera elevarse por encima de la mezquindad de la clase política de Madrid. Pensaban que podía ofrecer una visión generosa de cómo resolver la crisis causada ante el creciente clamor por la independencia catalana. No hubo suerte. Al final de su discurso de seis minutos, Felipe VI sólo había empeorado las cosas.
Rígido en su porte, con frialdad en su tono, no construyó puentes, cavó trincheras. No lamentó la violencia policial durante la celebración del pasado domingo de un referéndum en Cataluña, tan perjudicial también para la imagen exterior de su país; denunció la “irresponsabilidad” y el “desprecio” del gobierno catalán elegido por los catalanes y amenazó con más violencia. La “responsabilidad de los poderes legítimos del Estado”, advirtió el rey, es la de “garantizar el orden constitucional”, forma codificada de decir que si el gobierno catalán cumple su promesa de declarar la independencia unilateral, se enviarán los tanques.
Hablando en nombre no de la nación, sino del gobierno central, se limitó a imitar cómo el ministro Mariano Rajoy ha actuado durante estos últimos cinco años: abdicó de su responsabilidad y, ajeno a lo que estaba haciendo, abdicó también como soberano en los corazones de los cada vez más amargados 7.5 millones de catalanes, el 80% de las cuales están a favor del derecho al voto sobre la independencia.
Antes del domingo, varias encuestas indicaban que el voto secesionista en Cataluña se situaba entre el 40 y el 50 por ciento. No cabe duda de que esos números han aumentado desde entonces. Como dijo un amigo británico que conoce bien la política española, minutos después del discurso del rey, “aumentó en otros diez puntos el número de los independentistas “. Así es, agregándose. a los diez o más que se habían sumado después de los apaleamientos de la policía del domingo pasado.
DESPLIEGUE LENTO HACIA EL DESASTRE
Tengo un interés más que académico en
este despliegue lento hacia el desastre. Mi madre es española, de Madrid. Viví 15 años en Cataluña hasta que me mudé a Londres, hace cuatro años, pero siempre he querido regresar y solicitar un pasaporte español después del referéndum sobre el Brexit. Me encanta España, así que estoy contra la independencia catalana, pero nunca he amado la política española, especialmente la peligrosa cepa autoritaria representada por la gente en el poder hoy y compartida por gran parte de la clase política madrileña. Nunca he olvidado una conversación que tuve hace 15 años con un hombre que sigue siendo un pilar de ese régimen. “No soporto a los catalanes”, exclamó. “Siempre quieren hacer un trato. ¡No tienen principios, por Dios! ¡No hay principios!”
Es el aferramiento de Madrid a sus sagrados principios lo que nos ha llevado al peligroso desorden de hoy. También explica lo que, para la mente anglosajona, parece ser la inexplicable negativa del gobierno de Rajoy a tratar de resolver el problema a través de la mediación internacional o el diálogo de cualquier tipo. “Principios” en el contexto catalán significa la Constitución española, que no permite un referéndum sobre la soberanía de Cataluña. Uno podría pensar que una Constitución, siendo un documento humano, necesariamente falible, estaría abierta al cambio a medida que las circunstancias cambiasen. No en la cuestión catalana; no para Rajoy.
Miguel de Unamuno, célebre escritor español del siglo pasado, lamentó lo que veía como un espíritu político nacional contaminado “por los cuarteles y la sacristía”. Mi opinión ha sido desde hace mucho tiempo que el hábito de pensamiento intransigente exhibido por la clase política de España es la herencia de 500 años de absolutismo católico. El catolicismo español era, para la cristiandad en general, lo que el Islam saudí es para el mundo musulmán de hoy: el más resistente a la influencia filosófica, política, cultural o científica exteriores. No creo que sea un accidente que no haya traducción en español, o en árabe, de la palabra inglesa “compromise”. El concepto de “cedo un poco y tú cedes un poco para que ambos acabemos ganando” es ajeno a la mente política española.
Es por eso que el imperio español perdió Cuba en 1898, y antes California y el resto de lo que ahora es el oeste de los Estados Unidos. Es la razón principal por la que, sobre la cuestión catalana, el gobierno de centro- derecha del Partido Popular de Rajoy y la clase política madrileña han logrado lo contrario de lo que pretenden: en lugar de trabajar para preservar la unidad de España, alientan al pueblo catalán y echan combustible al camino hacia la independencia.
POLÍTICOS DE TERCERA CATEGORÍA
En pocas palabras, son políticos de tercera categoría. La primera regla para la resolución inteligente de una disputa como la del problema catalán es conocer a tu enemigo: ponerse en sus zapatos, tratar de entender por qué piensan de la manera que lo hacen y, luego, tratar de persuadirlos de que se acerquen a tu punto de vista, o al menos para encontrarte en medio del camino. En La lucha por Cataluña, un nuevo libro del corresponsal del New York Times en España, Raphael Minder, acaba con la siguiente nota: los pueblos de España no se unirán, escribe Minder, mientras la clase política de Madrid no haga ningún esfuerzo por “comprender los sentimientos expresados por cientos de miles de personas en las calles de Barcelona”.
Los sentimientos nacionalistas catalanes se remontan al menos a 300 años atrás. El 11 de septiembre de 1714, al final de la guerra de sucesión española, Barcelona cayó tras un largo asedio ante el ejército de Felipe V, el primer rey Borbón de España. Su homónimo actual podría haber tenido un poco más de tacto en su discurso esta semana, y hubiera podido recordar que esta gloriosa derrota, el Dunkerque catalán, marca hoy la fecha de la fiesta nacional anual de Cataluña. Se trata de una conmemoración del heroísmo suicida de los defensores de la ciudad, pero también un recordatorio de la opresión que sufrieron bajo Felipe V, un gobernante absoluto que demolió una quinta parte de la ciudad, cerró el parlamento catalán y las universidades y prohibió al catalán en la administración.
Otro gobernante absoluto de memoria más reciente, Francisco Franco, avivó las llamas del agravio nacionalista llevando a cabo medidas asombrosamente similares después de que asumiera el poder por la fuerza en 1939, después de la victoria de sus fuerzas fascistas en la guerra civil española. Además de las ejecuciones por fusilamiento de los principales políticos catalanes y de otros tantos miles de personas, también suprimió el lenguaje local, principal emblema de la identidad catalana. Bajo el gobierno de Franco, los padres no podían dar a sus hijos nombres catalanes como Jordi o Josep. El generalísimo optó por considerar al catalán como un dialecto, algo tan insultante como erróneo: el catalán es un idioma, tanto como el español, el francés y el italiano.
Una herencia de la era franquista que sigue agitando la olla nacionalista es el desdén por el catalán entre otros españoles. Se acompaña de una aversión por los catalanes en general, que muchos optan por considerar como estirados y creídos, cuando la verdad es, creo, que son simplemente tímidos. Pero el nacionalismo es un sentimiento, un resentimiento a fuego lento hacia un vecino percibido como abusador. El nacionalismo no es un plan. La independencia sí lo es. Lo que vemos hoy es cómo uno ha evolucionado hacia el otro y en una escala nunca antes vista. Muchos de los que en otro tiempo eran simplemente nacionalistas de corazón, plenos de sentimientos, son ahora militantes activos por la independencia.
UNA REACCIÓN NACIONALISTA ESPAÑOLA
Los años 2006, 2010 y 2012 marcan la progresión. En 2006, el voto pro- independencia representaba apenas el 15% de la población. Una decisión tomada ese año dio esperanzas de que la cifra se redujera: no sólo el Parlamento catalán de Barcelona, sino el parlamento nacional de Madrid, votaron a favor de un nuevo estatuto que definía a Cataluña como nación y le otorgaba mayor autonomía de la que había disfrutado desde la muerte de Franco en 1975. Esto incluía el dotar a Cataluña de un mayor grado de independencia judicial.
Los retrasos en la aplicación del estatuto dieron tiempo para una reacción nacionalista española. En 2010, el Partido Popular de Rajoy, entonces en oposición, sucumbió a la tentación que provocó la explosión del independentismo catalán y que ha llevado a la crisis actual: buscar votos en el resto de España, haciendo campaña contra el estatuto catalán, llevándolo al notoriamente politizado Tribunal Constitucional, donde fue anulado. La ley derrotó a la política, lo que fue el precedente que sigue obstaculizando una solución del problema hoy.
En 2012, lo que entonces era el gobierno de centro-derecha catalán, sin embargo trató de encontrar un acercamiento a Rajoy, que se había convertido en primer ministro el año anterior. Buscó la negociación para tratar de obtener concesiones fiscales en la línea de las concedidas al País Vasco, cuyo gobierno tiene una autoridad mucho mayor sobre la recaudación y distribución del dinero de los impuestos. Pero Rajoy los rechazó. Si se suma la crisis económica y el alto desempleo a la indignación de los catalanes comunes por el trato despectivos que sentían que habían recibido, el resultado fue la mayor protesta que nadie en Cataluña podría recordar. En la fiesta nacional del 11 de septiembre, un millón de personas salieron a las calles de Barcelona.
Lo que pidieron fue entonces un referéndum de independencia legalmente vinculante, y la esperanza creció después de que el gobierno británico accediera precisamente a tal cosa en Escocia, en 2014. Pero el gobierno de Rajoy no se movió. La ley era la ley. El pragmatismo era para él una palabra griega ininteligible. Era como si se apropiara del consejo que Franco le había dado una vez al editor de un periódico afín: “Haz como yo, no te involucres en política”.
Pero los catalanes estaban, al contrario, haciendo mucha política, y en 2015 una coalición pro-independencia, encabezada por Carles Puigdemont, llegó al poder por un delgado margen en el parlamento catalán. Con lo cual la retórica de ambos lados se puso más enconada, y el clima político más hostil.
El gobierno de Rajoy y sus partidarios en los medios de comunicación han retratado al “pelo de fregona” Puigdemont y a sus camaradas radicales como irresponsables e infantiles, pero ha sido difícil evitar la conclusión de que, de ser así, los políticos supuestamente adultos en Madrid han descendido al mismo nivel. El ministro de Educación echó más leña al fuego indicando su intención del gobierno de “españolizar” a los niños catalanes; el ministro de Relaciones Exteriores hizo lo mismo cuando acusó al gobierno catalán de “levantamiento” y “golpe de Estado”. Felipe González, ex primer ministro socialista, los superó a ambos en un artículo en El País en el que comparó el movimiento de independencia con “la aventura alemana o italiana” de los años treinta.
Las cosas podrían haber sido muy diferentes, tan fáciles, empezando por que el Partido Popular hubiera reprimido el impulso vengativo que lo llevó a anular el estatuto de autonomía a través de los tribunales. Incluso si no hubiera sido así, las protestas callejeras masivas dos años más tarde dieron otra oportunidad. Si Rajoy tuviera un algo de estadista, podría haber ido a Barcelona, discutido conciliadoramente y ofrecido diálogo al gobierno catalán, menos militante y más flexible, que entonces estaba en el poder. Los aplausos habrían resonado alrededor del pasillo y los radicales de Puigdemont probablemente habrían también aplaudido.
FANÁTICOS ESPAÑOLES Y ROMÁNTICOS CATALANES
El peligroso enfrentamiento actual entre los fanáticos españoles y los románticos catalanes nunca habría ocurrido si, junto con el cambio en el fondo de la actitud, el resultado de las conversaciones hubiera sido la concesión de un referéndum vinculante como el que Escocia realizara hace tres años. Los catalanes dicen de sí mismos que dos emociones compiten en sus corazones, seny y rauxa: el sentido común y la pasión furiosa. Son, por tradición. mediterránea una antigua nación que negocia. Cuando no están enojados, como ahora, son las personas más prácticas de la tierra. Un referéndum celebrado hace un par de años habría producido con toda probabilidad un “no” sustancial a la independencia de España y, como sucedió en Quebec, el tema habría sido puesto a enfriar por lo menos durante una generación.
En cambio, lo que tenemos ahora es el absurdo cruel del gobierno de Madrid actuando hacia los catalanes como un marido que odia a su esposa y la maltrata, negándose a contemplar como ella le abandona, gritando “¡Ella es mía!”.
¿Que pasa ahora? Puigdemont ha dicho que hará una declaración unilateral de independencia, pero su demora en hacerlo indica un miedo completamente realista a las represalias más violentas de Madrid, de ahí su deseo declarado de mediación a la UE, hasta ahora rechazado. Tal declaración no significaría más que el resultado del “referéndum” unilateral: sería más bien teatro político. Cataluña no es una pequeña isla del Pacífico, suficiente por sí misma. Forma parte de España y forma parte de la Unión Europea. Un Catexit duro, en una noche, simplemente no es posible. Puigdemont está jugando un juego de alto riesgo.
El gobierno español podría ver, sin embargo, que está jugando un juego, si lo deseara, y reaccionar proporcionalmente: vigilar y esperar un poco, reconocer que el clamor por la independencia catalana tiene un apoyo significativo detrás de él, y acceder a las conversaciones. La “esposa”, en este escenario, podría aceptar aún a algunas proposiciones. Rajoy podría hacer lo que debería haber hecho hace cinco años y aceptar un referéndum vinculante. En el caso de una victoria para el voto “sí”, el orden – al menos el orden del tipo que ahora se encuentra en el Brexit de Gran Bretaña – sería restaurado. Madrid, habiendo dado su bendición legal al referéndum, tendría que soportar con los dientes apretados el resultado. En el caso de una victoria del “no”, el problema estaría resuelto.
Sin embargo, ni hablar de eso. Tal y como están las cosas, lo más probable es que triunfe la inquietante defensa del “orden constitucional” por “las fuerzas estatales legítimas”. Luis de Guindos, ministro de Economía, mostró lo inflexible que es el gobierno español cuando dijo en una entrevista televisiva, el jueves pasado, que la independencia catalana estaba “fuera de consideración” porque era, en primer lugar, “ilegal” y, segundo, “irracional “:” Cataluña siempre ha sido parte de España “.
Una parte de mí todavía se aferra a la mota de esperanza que sentí antes del discurso del rey, que tal vez la UE vaya a intervenir y hacer entrar en razón a los líderes españoles. Pero es más probable que lo hagan sólo después de que muelan a palos a más catalanes, momento en el que puede ser demasiado tarde. Una muerte a manos de la policía del rey, un mártir por la causa catalana, y cualquier cosa podría suceder. Rajoy llama a Puigdemont traidor, pero si el conflicto se inclina hacia la violencia generalizada, y si Catalunya finalmente consigue la independencia, la historia puede registrar que el traidor más grande fue Rajoy.
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El artículo de John Carlin
que provocó su despido
de El País
Gabriel Jaraba • October 15, 2017
Este es el artículo, publicado en The Times, que ha causado el despido de John Carlin de El País.
Independencia de Cataluña: la arrogancia de Madrid explica este caos
JOHN CARLIN
Los catalanes ya han llegado a su límite de aguante tras tres siglos de agravios, pero la intransigencia del gobierno español es, en última instancia, la culpable de la crisis actual.
Poco antes de que el rey de España se dirigiera a la nación esta semana, algunos de sus súbditos más racionales esperaban que, tal vez, pudiera elevarse por encima de la mezquindad de la clase política de Madrid. Pensaban que podía ofrecer una visión generosa de cómo resolver la crisis causada ante el creciente clamor por la independencia catalana. No hubo suerte. Al final de su discurso de seis minutos, Felipe VI sólo había empeorado las cosas.
Rígido en su porte, con frialdad en su tono, no construyó puentes, cavó trincheras. No lamentó la violencia policial durante la celebración del pasado domingo de un referéndum en Cataluña, tan perjudicial también para la imagen exterior de su país; denunció la “irresponsabilidad” y el “desprecio” del gobierno catalán elegido por los catalanes y amenazó con más violencia. La “responsabilidad de los poderes legítimos del Estado”, advirtió el rey, es la de “garantizar el orden constitucional”, forma codificada de decir que si el gobierno catalán cumple su promesa de declarar la independencia unilateral, se enviarán los tanques.
Hablando en nombre no de la nación, sino del gobierno central, se limitó a imitar cómo el ministro Mariano Rajoy ha actuado durante estos últimos cinco años: abdicó de su responsabilidad y, ajeno a lo que estaba haciendo, abdicó también como soberano en los corazones de los cada vez más amargados 7.5 millones de catalanes, el 80% de las cuales están a favor del derecho al voto sobre la independencia.
Antes del domingo, varias encuestas indicaban que el voto secesionista en Cataluña se situaba entre el 40 y el 50 por ciento. No cabe duda de que esos números han aumentado desde entonces. Como dijo un amigo británico que conoce bien la política española, minutos después del discurso del rey, “aumentó en otros diez puntos el número de los independentistas “. Así es, agregándose. a los diez o más que se habían sumado después de los apaleamientos de la policía del domingo pasado.
DESPLIEGUE LENTO HACIA EL DESASTRE
Tengo un interés más que académico en
este despliegue lento hacia el desastre. Mi madre es española, de Madrid. Viví 15 años en Cataluña hasta que me mudé a Londres, hace cuatro años, pero siempre he querido regresar y solicitar un pasaporte español después del referéndum sobre el Brexit. Me encanta España, así que estoy contra la independencia catalana, pero nunca he amado la política española, especialmente la peligrosa cepa autoritaria representada por la gente en el poder hoy y compartida por gran parte de la clase política madrileña. Nunca he olvidado una conversación que tuve hace 15 años con un hombre que sigue siendo un pilar de ese régimen. “No soporto a los catalanes”, exclamó. “Siempre quieren hacer un trato. ¡No tienen principios, por Dios! ¡No hay principios!”
Es el aferramiento de Madrid a sus sagrados principios lo que nos ha llevado al peligroso desorden de hoy. También explica lo que, para la mente anglosajona, parece ser la inexplicable negativa del gobierno de Rajoy a tratar de resolver el problema a través de la mediación internacional o el diálogo de cualquier tipo. “Principios” en el contexto catalán significa la Constitución española, que no permite un referéndum sobre la soberanía de Cataluña. Uno podría pensar que una Constitución, siendo un documento humano, necesariamente falible, estaría abierta al cambio a medida que las circunstancias cambiasen. No en la cuestión catalana; no para Rajoy.
Miguel de Unamuno, célebre escritor español del siglo pasado, lamentó lo que veía como un espíritu político nacional contaminado “por los cuarteles y la sacristía”. Mi opinión ha sido desde hace mucho tiempo que el hábito de pensamiento intransigente exhibido por la clase política de España es la herencia de 500 años de absolutismo católico. El catolicismo español era, para la cristiandad en general, lo que el Islam saudí es para el mundo musulmán de hoy: el más resistente a la influencia filosófica, política, cultural o científica exteriores. No creo que sea un accidente que no haya traducción en español, o en árabe, de la palabra inglesa “compromise”. El concepto de “cedo un poco y tú cedes un poco para que ambos acabemos ganando” es ajeno a la mente política española.
Es por eso que el imperio español perdió Cuba en 1898, y antes California y el resto de lo que ahora es el oeste de los Estados Unidos. Es la razón principal por la que, sobre la cuestión catalana, el gobierno de centro- derecha del Partido Popular de Rajoy y la clase política madrileña han logrado lo contrario de lo que pretenden: en lugar de trabajar para preservar la unidad de España, alientan al pueblo catalán y echan combustible al camino hacia la independencia.
POLÍTICOS DE TERCERA CATEGORÍA
En pocas palabras, son políticos de tercera categoría. La primera regla para la resolución inteligente de una disputa como la del problema catalán es conocer a tu enemigo: ponerse en sus zapatos, tratar de entender por qué piensan de la manera que lo hacen y, luego, tratar de persuadirlos de que se acerquen a tu punto de vista, o al menos para encontrarte en medio del camino. En La lucha por Cataluña, un nuevo libro del corresponsal del New York Times en España, Raphael Minder, acaba con la siguiente nota: los pueblos de España no se unirán, escribe Minder, mientras la clase política de Madrid no haga ningún esfuerzo por “comprender los sentimientos expresados por cientos de miles de personas en las calles de Barcelona”.
Los sentimientos nacionalistas catalanes se remontan al menos a 300 años atrás. El 11 de septiembre de 1714, al final de la guerra de sucesión española, Barcelona cayó tras un largo asedio ante el ejército de Felipe V, el primer rey Borbón de España. Su homónimo actual podría haber tenido un poco más de tacto en su discurso esta semana, y hubiera podido recordar que esta gloriosa derrota, el Dunkerque catalán, marca hoy la fecha de la fiesta nacional anual de Cataluña. Se trata de una conmemoración del heroísmo suicida de los defensores de la ciudad, pero también un recordatorio de la opresión que sufrieron bajo Felipe V, un gobernante absoluto que demolió una quinta parte de la ciudad, cerró el parlamento catalán y las universidades y prohibió al catalán en la administración.
Otro gobernante absoluto de memoria más reciente, Francisco Franco, avivó las llamas del agravio nacionalista llevando a cabo medidas asombrosamente similares después de que asumiera el poder por la fuerza en 1939, después de la victoria de sus fuerzas fascistas en la guerra civil española. Además de las ejecuciones por fusilamiento de los principales políticos catalanes y de otros tantos miles de personas, también suprimió el lenguaje local, principal emblema de la identidad catalana. Bajo el gobierno de Franco, los padres no podían dar a sus hijos nombres catalanes como Jordi o Josep. El generalísimo optó por considerar al catalán como un dialecto, algo tan insultante como erróneo: el catalán es un idioma, tanto como el español, el francés y el italiano.
Una herencia de la era franquista que sigue agitando la olla nacionalista es el desdén por el catalán entre otros españoles. Se acompaña de una aversión por los catalanes en general, que muchos optan por considerar como estirados y creídos, cuando la verdad es, creo, que son simplemente tímidos. Pero el nacionalismo es un sentimiento, un resentimiento a fuego lento hacia un vecino percibido como abusador. El nacionalismo no es un plan. La independencia sí lo es. Lo que vemos hoy es cómo uno ha evolucionado hacia el otro y en una escala nunca antes vista. Muchos de los que en otro tiempo eran simplemente nacionalistas de corazón, plenos de sentimientos, son ahora militantes activos por la independencia.
UNA REACCIÓN NACIONALISTA ESPAÑOLA
Los años 2006, 2010 y 2012 marcan la progresión. En 2006, el voto pro- independencia representaba apenas el 15% de la población. Una decisión tomada ese año dio esperanzas de que la cifra se redujera: no sólo el Parlamento catalán de Barcelona, sino el parlamento nacional de Madrid, votaron a favor de un nuevo estatuto que definía a Cataluña como nación y le otorgaba mayor autonomía de la que había disfrutado desde la muerte de Franco en 1975. Esto incluía el dotar a Cataluña de un mayor grado de independencia judicial.
Los retrasos en la aplicación del estatuto dieron tiempo para una reacción nacionalista española. En 2010, el Partido Popular de Rajoy, entonces en oposición, sucumbió a la tentación que provocó la explosión del independentismo catalán y que ha llevado a la crisis actual: buscar votos en el resto de España, haciendo campaña contra el estatuto catalán, llevándolo al notoriamente politizado Tribunal Constitucional, donde fue anulado. La ley derrotó a la política, lo que fue el precedente que sigue obstaculizando una solución del problema hoy.
En 2012, lo que entonces era el gobierno de centro-derecha catalán, sin embargo trató de encontrar un acercamiento a Rajoy, que se había convertido en primer ministro el año anterior. Buscó la negociación para tratar de obtener concesiones fiscales en la línea de las concedidas al País Vasco, cuyo gobierno tiene una autoridad mucho mayor sobre la recaudación y distribución del dinero de los impuestos. Pero Rajoy los rechazó. Si se suma la crisis económica y el alto desempleo a la indignación de los catalanes comunes por el trato despectivos que sentían que habían recibido, el resultado fue la mayor protesta que nadie en Cataluña podría recordar. En la fiesta nacional del 11 de septiembre, un millón de personas salieron a las calles de Barcelona.
Lo que pidieron fue entonces un referéndum de independencia legalmente vinculante, y la esperanza creció después de que el gobierno británico accediera precisamente a tal cosa en Escocia, en 2014. Pero el gobierno de Rajoy no se movió. La ley era la ley. El pragmatismo era para él una palabra griega ininteligible. Era como si se apropiara del consejo que Franco le había dado una vez al editor de un periódico afín: “Haz como yo, no te involucres en política”.
Pero los catalanes estaban, al contrario, haciendo mucha política, y en 2015 una coalición pro-independencia, encabezada por Carles Puigdemont, llegó al poder por un delgado margen en el parlamento catalán. Con lo cual la retórica de ambos lados se puso más enconada, y el clima político más hostil.
El gobierno de Rajoy y sus partidarios en los medios de comunicación han retratado al “pelo de fregona” Puigdemont y a sus camaradas radicales como irresponsables e infantiles, pero ha sido difícil evitar la conclusión de que, de ser así, los políticos supuestamente adultos en Madrid han descendido al mismo nivel. El ministro de Educación echó más leña al fuego indicando su intención del gobierno de “españolizar” a los niños catalanes; el ministro de Relaciones Exteriores hizo lo mismo cuando acusó al gobierno catalán de “levantamiento” y “golpe de Estado”. Felipe González, ex primer ministro socialista, los superó a ambos en un artículo en El País en el que comparó el movimiento de independencia con “la aventura alemana o italiana” de los años treinta.
Las cosas podrían haber sido muy diferentes, tan fáciles, empezando por que el Partido Popular hubiera reprimido el impulso vengativo que lo llevó a anular el estatuto de autonomía a través de los tribunales. Incluso si no hubiera sido así, las protestas callejeras masivas dos años más tarde dieron otra oportunidad. Si Rajoy tuviera un algo de estadista, podría haber ido a Barcelona, discutido conciliadoramente y ofrecido diálogo al gobierno catalán, menos militante y más flexible, que entonces estaba en el poder. Los aplausos habrían resonado alrededor del pasillo y los radicales de Puigdemont probablemente habrían también aplaudido.
FANÁTICOS ESPAÑOLES Y ROMÁNTICOS CATALANES
El peligroso enfrentamiento actual entre los fanáticos españoles y los románticos catalanes nunca habría ocurrido si, junto con el cambio en el fondo de la actitud, el resultado de las conversaciones hubiera sido la concesión de un referéndum vinculante como el que Escocia realizara hace tres años. Los catalanes dicen de sí mismos que dos emociones compiten en sus corazones, seny y rauxa: el sentido común y la pasión furiosa. Son, por tradición. mediterránea una antigua nación que negocia. Cuando no están enojados, como ahora, son las personas más prácticas de la tierra. Un referéndum celebrado hace un par de años habría producido con toda probabilidad un “no” sustancial a la independencia de España y, como sucedió en Quebec, el tema habría sido puesto a enfriar por lo menos durante una generación.
En cambio, lo que tenemos ahora es el absurdo cruel del gobierno de Madrid actuando hacia los catalanes como un marido que odia a su esposa y la maltrata, negándose a contemplar como ella le abandona, gritando “¡Ella es mía!”.
¿Que pasa ahora? Puigdemont ha dicho que hará una declaración unilateral de independencia, pero su demora en hacerlo indica un miedo completamente realista a las represalias más violentas de Madrid, de ahí su deseo declarado de mediación a la UE, hasta ahora rechazado. Tal declaración no significaría más que el resultado del “referéndum” unilateral: sería más bien teatro político. Cataluña no es una pequeña isla del Pacífico, suficiente por sí misma. Forma parte de España y forma parte de la Unión Europea. Un Catexit duro, en una noche, simplemente no es posible. Puigdemont está jugando un juego de alto riesgo.
El gobierno español podría ver, sin embargo, que está jugando un juego, si lo deseara, y reaccionar proporcionalmente: vigilar y esperar un poco, reconocer que el clamor por la independencia catalana tiene un apoyo significativo detrás de él, y acceder a las conversaciones. La “esposa”, en este escenario, podría aceptar aún a algunas proposiciones. Rajoy podría hacer lo que debería haber hecho hace cinco años y aceptar un referéndum vinculante. En el caso de una victoria para el voto “sí”, el orden – al menos el orden del tipo que ahora se encuentra en el Brexit de Gran Bretaña – sería restaurado. Madrid, habiendo dado su bendición legal al referéndum, tendría que soportar con los dientes apretados el resultado. En el caso de una victoria del “no”, el problema estaría resuelto.
Sin embargo, ni hablar de eso. Tal y como están las cosas, lo más probable es que triunfe la inquietante defensa del “orden constitucional” por “las fuerzas estatales legítimas”. Luis de Guindos, ministro de Economía, mostró lo inflexible que es el gobierno español cuando dijo en una entrevista televisiva, el jueves pasado, que la independencia catalana estaba “fuera de consideración” porque era, en primer lugar, “ilegal” y, segundo, “irracional “:” Cataluña siempre ha sido parte de España “.
Una parte de mí todavía se aferra a la mota de esperanza que sentí antes del discurso del rey, que tal vez la UE vaya a intervenir y hacer entrar en razón a los líderes españoles. Pero es más probable que lo hagan sólo después de que muelan a palos a más catalanes, momento en el que puede ser demasiado tarde. Una muerte a manos de la policía del rey, un mártir por la causa catalana, y cualquier cosa podría suceder. Rajoy llama a Puigdemont traidor, pero si el conflicto se inclina hacia la violencia generalizada, y si Catalunya finalmente consigue la independencia, la historia puede registrar que el traidor más grande fue Rajoy.
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IIII aborigen salvaje catalana **_** Oremus y "austiemus".
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Re: Embolicadas mías.
Embólic, pareces menor de edad, en serio, ¿ Crees que tienes Alzheimer ?

¿ S. I. D. A. ? ¿ Cáncer ? No lo sé.
¿ Has pasado por la guillotina ?
¿ Te han cortado el pescuezo ?
Porque pareces el hombre sin cabeza, y sin corazón.
Vaya educación reciben los catalanes. Menos mal que nos lo estás aclarando.

¿ S. I. D. A. ? ¿ Cáncer ? No lo sé.
¿ Has pasado por la guillotina ?
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Re: Embolicadas mías.
Parece que hoy es el día para señalar lo evidente. 
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http://agendapublica.elperiodico.com/15 ... -cambiar/EL 155 CE LO PUEDE CAMBIAR TODO
Hay algo que no me cuadra en todo esto. Me refiero a cómo la política española está abordando el artículo 155 CE y sus posibles efectos ‘perversos’ o ‘no previstos’ -más allá del desafío soberanista- sobre el conjunto del sistema político español.
A pesar de la gravedad con que Mariano Rajoy presentó el texto con que solicitará al Senado la intervención de la autonomía catalana, quizá no pudo evitar en su escenificación un cierto tono de agente judicial impartiendo una sentencia tan incómoda como implacable, antes que la imagen de un hombre de Estado junto a la orilla del Rubicón. No es el único. En realidad, así se está despachando, por parte de sus impulsores, la que puede convertirse en una de las decisiones políticas más trascendentales desde el restablecimiento de la monarquía parlamentaria hace cuarenta años: un mero recurso constitucional que busca efectos jurídicos para un problema jurídico, restablecer el Estado de Derecho en Cataluña. Un instrumento legal que podría haberse aplicado para un problema administrativo en Canarias hace unos años ahora se utilizará para una rebelión contra el Estado en Cataluña y – si funciona-… ¿por qué no en otras Comunidades en el futuro?
Por supuesto, el anuncio de la medida ha abierto un intenso debate entre constitucionalistas sobre qué significa ese precepto, qué margen de constitucionalidad permite y qué consecuencias jurídicas cabe esperar. Tanta discrepancia entre juristas ya nos da una medida de la naturaleza verdaderamente política del asunto, en la que la fuerza del poder gubernamental y la inercia de los hechos van a acabar definiendo el contenido de su ejecución.
Y aquí viene lo que no me cuadra: una medida política tan trascendente para nuestra democracia apenas está suscitando un debate político equivalente sobre el alcance y sentido del 155 para resolver el problema que nos ha llevado hasta aquí, un debate eclipsado por el ritmo vertiginoso que han marcado los acontecimientos. No me refiero, claro está, a las reacciones políticas a favor o en contra de partidos y otros actores políticos. Mucho menos a las páginas y páginas que vienen publicándose en la prensa sobre cómo “el gobierno” plantea desplegar la medida (y en las que hemos leído versiones tan dispares según el día y el diario que llega a resultar enternecedora la muestra de ingenio creativo que nuestros gobernantes manifiestan cuando se lanzan a imaginar cómo reinventar aquella porción de la realidad que más aborrecen).
No. Por debate político me refiero a plantearse qué consecuencias plausibles pueden derivarse de la aplicación del 155 para nuestro sistema político, qué costes vamos a tener que asumir el conjunto de la sociedad española y, muy en especial, la catalana, con qué horizontes se plantea cada uno de sus impulsores esa medida, y a qué reconocen tener que renunciar en el futuro con este instrumento constitucional. Para que nos entendamos, si el 155 es el botón rojo del Estado autonómico –como muchos medios han ilustrado estos días-, tenemos que saber el número de bajas que comporta el uso de la bomba atómica y por cuántos años durará la contaminación atómica producida.
Reconozco que algunos aspectos de alcance más inmediato se han apuntado tímidamente. Los partidos defensores de la medida han hablado de un calendario electoral (elecciones en enero de 2018), pero este resulta tan inverosímil que la propia vicepresidenta ha tenido que abrir la puerta a la posibilidad de una prolongación de la intervención. También se ha mencionado, con cierta frivolidad, la afectación de los medios de comunicación públicos de la Generalitat, pero eso solo ha servido para suscitar un espeso interrogante sobre qué modelo de ‘defensa del pluralismo informativo’ se recetará para TV3 o Catalunya Ràdio: ¿el de TVE, el de Telemadrid, o directamente la solución definitiva practicada en Canal 9 valenciano? En cualquier caso, el ministro Dastis debería ir buscando una fórmula inofensiva para explicar esos planes en inglés.
No obstante, si pensamos en una perspectiva más amplia, el uso del 155 CE tiene algunas implicaciones de fondo que no deberían pasar inadvertidas.
De entrada, se va aplicar una intervención del autogobierno catalán que desaprueban la mayoría de ciudadanos en Cataluña. Entre un 55,4 % (INYMARK para La Sexta) y un 66,5 % (GESOP para El Periódico) de los catalanes creen que Rajoy no debería aplicar el 155 CE, mientras que un 63,3 % de los españoles sí lo apoya. Este apoyo tiene una fuerte lógica partidista en Cataluña: lo aprueban casi todos los votantes de PP y Ciudadanos, y lo rechazan casi todos los que votarían a Comunes, PDECat, CUP y ERC. Y un detalle clave para mi argumento posterior: el votante del PSC se encuentra dividido 6 a 4 cuatro entre favorables y contrarios.
Que una medida de esta envergadura solo convenza plenamente a los votantes de dos partidos que no representan la mayoría absoluta en el Congreso y apenas un 25 % del Parlament no afecta a su legitimidad ni debe impedir que el Gobierno haga uso de sus atribuciones constitucionales (como cuestionan muchos de sus adversarios). Pero sí refleja la posición de debilidad política desde la que se aplicará esta medida traumática. Claro que el PSOE es un apoyo fundamental en esa suma, pero la unanimidad de sus bases está lejos de ser una realidad. Y un empeoramiento o incumplimiento de los términos establecidos por el secretario general del PSOE harían aún más frágil ese apoyo.
Se puede objetar, y con razón, que las medidas impopulares precisadas son las que definen la grandeza política de los liderazgos, y que la democracia y el cumplimiento de la Constitución no pueden quedar supeditados al albur de los bandazos de la opinión pública. Pero no se podrá obviar que, cuanto menos conscientes sean esos votantes de los costes e implicaciones necesarios que se asumen mediante el recurso al 155, mayores son los riesgos para la legitimidad y el apoyo ciudadano a medida que se vayan haciendo evidentes las consecuencias reales de esta intervención. Son demasiado recientes para olvidarlos los efectos políticos que acarrearon no solo las medidas de austeridad aplicadas desde los gobiernos de Zapatero y del propio Rajoy sino también la deficiente forma de abordar su comunicación y defensa ante la opinión pública.
Precisamente, donde el debate político acerca del 155 CE debería ser menos cicatero es en la identificación de sus efectos para el engranaje de la vida política durante y después de su aplicación. Sin extenderme, creo que se deben destacar tres consecuencias importantes, cuyo valor dependerá evidentemente de cómo se resuelva la ejecución efectiva de esta medida.
Por un lado, la intervención del Govern de la Generalitat catalana va a comportar un reforzamiento inusitado del poder del ejecutivo central, tanto por la extensión del alcance de sus decisiones en la administración pública catalana como por la debilidad del control parlamentario que podrá ejercerse sobre ese poder. Me imagino que los partidos que dan apoyo al uso del 155 CE son plenamente conscientes de ello: aunque PSOE y Ciudadanos hayan pactado contenidos y límites en su aplicación, será Rajoy y sus ministros quienes van a decidir políticas, cargos y gasto presupuestario en el día a día, dando valor efectivo a esa intervención, y durante el tiempo que considere necesario. (Recuerde el lector cuánto le cuesta a los gobiernos deshacerse del poder adquirido).
Con ello, no deja de ser altamente significativo que, al final, Rajoy acabe pudiendo desplazar la gestión política de la cuestión catalana al único ámbito parlamentario en el que todavía hoy cuenta con una verdadera mayoría, el Senado, liberándose así las facultades más robustas de control ejercidas tanto por el Congreso como el propio Parlament de Cataluña. Los principales límites a su actuación probablemente provendrán de las trabas que levante la propia administración autonómica. Vamos a asistir a un Yes, Minister, en versión catalana 2.0.
Pero las consecuencias más importantes para la democracia española quizá se produzcan más allá del espacio temporal de la propia intervención: y después, ¿qué? El acuerdo con el PSOE, tal como nos lo ha explicado la prensa, sitúa el encauzamiento del conflicto catalán en una futura reforma de la Constitución. Lo que suscita diversos interrogantes. ¿Hasta qué punto será posible abrir el debate sobre esa reforma mientras no se extingan las restricciones proyectadas sobre el autogobierno catalán? ¿Y quiénes y en qué condiciones llegarán a esa eventual negociación para la reforma?
Tanto si la intervención de la autonomía catalana se realiza eficazmente como si degenera en un conflicto mayor, no es difícil imaginar que ese debate estará fuertemente determinado, de entrada, por cómo salga la derecha española de este atolladero. Cuanto mejor sea ese desenlace (condición sine qua non para un escenario verosímil de reforma constitucional; de lo contrario, no habrá nada que reformar), mayor será la fortaleza del PP para definir el campo de juego de la reforma territorial: qué contenidos y en qué dirección.
Por eso, no es impensable que el resultado de todo este proceso resulte en un nuevo modelo de encaje territorial para España delimitado por el PP con el asentimiento de Ciudadanos. Los lectores menos ocurrentes estarán pensando en puro centralismo. Pero será algo más sofisticado. Llegado ese momento –si ha llegado íntegro hasta entonces-, el PSOE deberá esforzarse mucho para defender aquello que considere esencial en su programa de reforma territorial, que no será otro que la pluralidad –más o menos consistente- del federalismo que se atisba en el horizonte.
Y esto nos lleva a la última de las posibles consecuencias del 155 CE que quizá deban hacerse explícitas: el debilitamiento de la izquierda española, por un tiempo mayor del esperado, y su probable subordinación a los relatos que la política de identidad está promoviendo a raíz del secesionismo catalán. Es curioso: en marzo de 2016, Podemos podría haber cambiado el curso de la política española si hubiera aceptado apoyar la elección de Pedro Sánchez como presidente; y en agosto de 2017, Sánchez podría haber abierto una nueva etapa de haberse completado la operación para una moción de censura en su favor. Quizá ambas operaciones eran de por sí improbables. Pero lo que se avecina detrás del 155 CE para la izquierda es, si cabe, más espeso. No digo que el 155 CE sea una trampa mortal para Sánchez, pero alguien puede haberlo pensado así.
Y quien más notará esa transformación será el hermano catalán del PSOE. A pesar de toda su erosión y declive, el PSC sigue siendo el puente más fiable que existe aún entre el Estado y la sociedad catalana, entendida aún como una única ‘comunidad nacional’. Si el 155 CE hubiera de significar el fin del autogobierno catalán tal como lo hemos conocido hasta ahora, difícilmente el partido que nació en 1978 para levantarlo podrá sobrevivirle. De las implicaciones para Cataluña de esa transformación, nos ocuparemos en otro artículo. De momento, apuntemos que una consolidación definitiva de Ciudadanos (y del independentismo) en detrimento del PSC e incluso de los Comunes podría tener efectos relevantes para el sistema de partidos y la gobernación en España, si eso implicara un achicamiento electoral del espacio que aún conforman PSOE y Podemos.
Todo estos son escenarios sostenidos por supuestos e hipótesis que muy probablemente se desmoronarán parcial o totalmente en los próximos días, semanas y meses. Pero la sola insinuación de esos indicios debería ser suficiente motivo para que miráramos más detenidamente qué hay detrás del humo que se está esparciendo por la política española desde Cataluña.
Una vez que se active el 155 CE de verdad, no habrá marcha atrás.
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IIII aborigen salvaje catalana **_** Oremus y "austiemus".
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Re: Embolicadas mías.
A mi entender Puigdemont debe andar preocupado, hasta el punto de renunciar a su conocida y reconocida sorna. Yo hubiera ido al Senado con un único discurso, a saber:
Buenos días, ja soc aquí!
A ver señor Rajoy, las explicaciones o discurso que ustedes esperan se ceñirá en tres puntos:
1) diga lo que diga ustedes ya han decidido que el ariete no lo frenarán.
2)espero que el señor Albiol, presidente de su partido en Catalunya, esperando mi presencia en el Senado con anhelo, pueda reírse a gusto como así lo ha anunciado. La risa es sana dicen
3)¿que quieren que diga exactamente? pues me han pasado tres guiones distintos y parece no les sirven. ¿tienen el cuarto preparado ya?
Tengo 43 minutos de tiempo así que vayan al grano y pónganse de acuerdo si tienen algo que decir, especifiquen clara y directamente ante micros y tele en directo. Que llegue a todo el pueblo español sin interpretaciones previas ni declaraciones posteriores de lo que quieren decir o no han querido decir, es asín o es asán. Así por lo menos si mienten quedará evidente.. Yo tomaré nota y ya, si eso, ya tal.
Sería una jugada política muy interesante de cara a sus posicionamientos políticos hacerse recitar las "condiciones para la rendición incondicional".
Ya se sabe que dijera lo que dijera el gobierno haría caso omiso y ir pa ná es tiempo perdido, pero no ir ha sido para mi una ocasión perdida. Aunque solo fuera para evidenciar que lo del Senado es una performance de cara a la galería, para no hacerle un feo a los que exigen (aunque sea con la boca pequeña) a Rajoy que cumpla alguna de las promesas que se han pasado por el arco del triunfo y evidenciar, otra vez, que Rajoy y sus mariachis mienten más que respiran, para no dar pie al imbécil de Méndez Vigo decir ¿veis es que no quiere dialogar? imbecilidad que se creerán todos los imbéciles ue se lo creen, para que quede claro que el PP por boca de Albiol solo pretende mofarse. Y todo con luz y taquígrados sin tapujos.
Buenos días, ja soc aquí!
A ver señor Rajoy, las explicaciones o discurso que ustedes esperan se ceñirá en tres puntos:
1) diga lo que diga ustedes ya han decidido que el ariete no lo frenarán.
2)espero que el señor Albiol, presidente de su partido en Catalunya, esperando mi presencia en el Senado con anhelo, pueda reírse a gusto como así lo ha anunciado. La risa es sana dicen
3)¿que quieren que diga exactamente? pues me han pasado tres guiones distintos y parece no les sirven. ¿tienen el cuarto preparado ya?
Tengo 43 minutos de tiempo así que vayan al grano y pónganse de acuerdo si tienen algo que decir, especifiquen clara y directamente ante micros y tele en directo. Que llegue a todo el pueblo español sin interpretaciones previas ni declaraciones posteriores de lo que quieren decir o no han querido decir, es asín o es asán. Así por lo menos si mienten quedará evidente.. Yo tomaré nota y ya, si eso, ya tal.
Sería una jugada política muy interesante de cara a sus posicionamientos políticos hacerse recitar las "condiciones para la rendición incondicional".
Ya se sabe que dijera lo que dijera el gobierno haría caso omiso y ir pa ná es tiempo perdido, pero no ir ha sido para mi una ocasión perdida. Aunque solo fuera para evidenciar que lo del Senado es una performance de cara a la galería, para no hacerle un feo a los que exigen (aunque sea con la boca pequeña) a Rajoy que cumpla alguna de las promesas que se han pasado por el arco del triunfo y evidenciar, otra vez, que Rajoy y sus mariachis mienten más que respiran, para no dar pie al imbécil de Méndez Vigo decir ¿veis es que no quiere dialogar? imbecilidad que se creerán todos los imbéciles ue se lo creen, para que quede claro que el PP por boca de Albiol solo pretende mofarse. Y todo con luz y taquígrados sin tapujos.

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Re: Embolicadas mías.
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Re: Embolicadas mías.
De un amiguete filósofo, valencianet ell, tan cachondo com el nostre Merlí
"Salvaguardar la unidad de España significa, hoy, salvaguardar la unidad de la propiedad del chiringuito PP-PSOE. Con el inestimable apoyo del nacionalismo catalán, y vasco no independentista, y Coalición Canaria.
La restauración de la legalidad y la normalidad democrática significa recuperar a los españoles de una deriva hacia la libertad y la dignidad intolerable.
Es un deber de los sevidores del estado volver a postrar a los rebeldes y sediciosos.
De esta putrefacción gloriosa del pueblo español, emanan los poderes del Estado, a saber, la prevaricación, el cohecho, malversación y el tráfico de influencias.
Quod erat demostrandum. Ad nauseam."
autor de la frase que llevo en mi firma desde ya casi tiempos inmemoriales. Oremus i austiemos
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La restauración de la legalidad y la normalidad democrática significa recuperar a los españoles de una deriva hacia la libertad y la dignidad intolerable.
Es un deber de los sevidores del estado volver a postrar a los rebeldes y sediciosos.
De esta putrefacción gloriosa del pueblo español, emanan los poderes del Estado, a saber, la prevaricación, el cohecho, malversación y el tráfico de influencias.
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Re: Embolicadas mías.
Montilla, el nostre ex-president català de Catalunya, cordovés ell...
T'estimo!
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Re: Embolicadas mías.
Catalanes de mal, los de bien son los del Albiol, els nostres partits son tant de capelletes que us/ens la fotràn pel darrera una vegada més i vosaltres badant. I ja van... no teniu remei. Carallots! 
Us passeu pel forro el que més ens identifica, l'unitat que fa falta per bastir un castell i convertir-lo en catedral.

Us passeu pel forro el que més ens identifica, l'unitat que fa falta per bastir un castell i convertir-lo en catedral.

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Re: Embolicadas mías.
Catalanes de mal, los de bien son los del Albiol, els nostres partits son tant de capelletes que us/ens la fotràn pel darrera una vegada més i vosaltres badant. I ja van... no teniu remei. Carallots! 
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