Homenaje sincero
Hay que reconocer abiertamente que las campañas electorales y sobre todo las vísperas de acudir a las urnas son especialmente excitantes. No se puede negar. Por algo he dicho siempre que la democracia es una fiesta para todos los ciudadanos. Estar alegre por el evento es síntoma de buena salud. Y como la alegría va por barrios con las campañas electorales y sus mítines-parafernalias que recorren las calles y plazas, sobrepasando lo que es cotidiano para elevar el ambiente hasta llamar al espíritu competitivo confrontando ideas, razones y también descalabros, pues todos deberíamos estar de enhorabuena. Llamar a las papeletas es el mejor idioma en contra de quienes, quizá en serio quizá en broma, llaman amenazantes con las armas. Es, claramente, la diferencia que hay entre quienes practican la cultura del diálogo sereno y, por otra parte, la rabia y el complejo de la estupidez violenta. Mil veces prefiero la educación en valores que la destreza apretando el gatillo. Pero mira, hay gente para todo, como en botica. Es exclusivamente desde la extrema derecha que se invoca a la subversión y el alzamiento armado, desde esas formaciones se da pie a encontrar calor en las ideas nauseabundas sin que descarten otras soluciones más allá de volver a expulsar, arrojando al mar, al que piensa distinto. Ya que hablamos en algún momento de ilegalizar partidos, la extrema derecha demuestra todos los días ser antidemocrática.
Pero, acudir a las urnas con ánimo de depositar el voto es una fiesta que tenemos que celebrar y vestirnos para la ocasión. Ejercer de ciudadano es una virtud, de las pocas que merecen la pena en esta vida. Momento también para recordar a los demás, repasando nuestra historia con rigor, las etapas en que los españoles fueron privados de sus derechos por mor de uno o varios caciques que luego de perder el poder no se pudieron sujetar el odio y empuñaron las armas asesinando al que alegremente presumía de pensar distinto usando su libertad.
En esta hora de celebración y fiesta democrática, justo ahora que en las calles y plazas pregonan sus ideas, es justo recordar a quienes dieron involuntariamente su vida, asesinados, defendiendo la democracia y los resultados que depararon las urnas en todo tiempo y espacio de ésta España que amenaza nuevamente, para no perder la costumbre, con regar nuestras calles de la sangre de nuestra raza por defender las ideas y el derecho a pregonarlas.